
Una imagen comenzó a circular este miércoles en redes sociales como una muestra más del absurdo, la falta de criterio y la inercia burocrática de la administración encabezada por Salvador “Chava” Calderón. En ella, se observa una pipa del municipio regando el área verde de la “Barda” sobre la Avenida Centenario… bajo una intensa lluvia.
La escena, que bien podría leerse como una muestra de compromiso ambiental o de simple cumplimiento de funciones, termina por evidenciar lo contrario: desconexión absoluta con la realidad. Justo en la semana con mayor acumulación de lluvia del año —tan solo en el domingo 29 de junio se registraron más de 60 milímetros— el Gobierno de Parral encontró el momento “ideal” para enviar a regar los bambús que adornan esta vialidad remodelada en aquel lejano 2017.
Las lluvias han sido persistentes en los últimos días. Vehículos han sido arrastrados por el río, drenajes han colapsado y algunas avenidas han recibido piedras y tierra desgajadas de los cerros. A pesar de ello, la orden parece haber sido clara: sacar la pipa y cumplir la rutina… aunque la naturaleza ya estuviera haciendo su parte.

Mientras tanto, el resto del año, las áreas verdes de la ciudad agonizan en el abandono. Arbustos, árboles y flores esperan en vano un poco de agua o algún gesto mínimo de cuidado. Ahí están los árboles del parque lineal del río Parral, que comenzaron a secarse sin que nadie hiciera algo. De acuerdo con reportes técnicos de Conafor y Semarnat publicados por diversos medios de comunicación, al menos el 20 % del arbolado del parque lineal presenta follaje raquítico, y otro 15 % ya está completamente seco, víctimas de hongos como la citosfora, la falta de riego y la negligencia oficial.
En medio de este desdén institucional, hubo una apuesta simbólica: la reforestación de la Plaza Principal. En abril pasado se invirtieron 189 000 pesos para plantar 12 encinos rojos, de entre 14 y 16 metros, “para mejorar el entorno urbano” y con una expectativa de arraigo en 40 días.
Menos de dos meses después, la realidad fue cruda: 9 de esos 12 árboles ya están secos, un fracaso público que se viralizó bajo el morbo irónico de los memes, la reveladora información de Sindicatura y las notas periodísticas.
¿Qué sentido tiene gastar casi doscientos mil pesos en un proyecto que ni siquiera sobrevivió al calor que supuestamente combatía? La paradoja no pasa inadvertida: la misma alcaldía que presume campañas ecológicas, deja morir los ejemplares más recientes de su propio centro histórico. Algunos mencionan que las raíces de los árboles fueron dañadas durante el trasplante, lo que habría provocado este fatídico final.

En otro acto digno de una campaña visual sin sustancia, el DIF Municipal decidió remover los rosales y la vegetación de la Glorieta Ortiz Mena para sustituirlos por astillas de madera teñidas de colores. La excusa fue embellecer el espacio, pero el resultado solo demostró una obsesión con lo estético a corto plazo y una indiferencia total por el verdadero mantenimiento. La glorieta —un punto de alto tránsito y valor simbólico— quedó convertida en un collage de astillas pintadas, despojando al espacio de vida natural, sombra, olor y biodiversidad. Una medida fácil, barata y vacía que refuerza el patrón: en lugar de cuidar para que sobreviva, prefieren simular con migajas de color.
En la CNOP la historia es la misma: la tercera parte de los árboles está enferma o en proceso de secarse por la falta de agua, como lo constató un reciente reporte técnico y citando fuentes de la misma administración municipal.
Desde Fovissste Las Fuentes —donde alguna vez existió un pabellón verde— hasta el Parque La Estación, pasando por las avenidas Centenario, Niños Héroes e Independencia, hasta El Potrero, parques, camellones y plazas de Parral presentan un mismo rostro: hierba seca, árboles moribundos, basura por todos lados, y bancas oxidadas pero pintadas de azul. El abandono es la política de paisaje urbano.

Así, lo que inició como un meme —una pipa regando en plena tormenta— terminó por convertirse en una metáfora de toda una gestión: decisiones sin sentido, prioridades invertidas y una narrativa de simulación en la que los árboles se mueren de sed todo el año… pero se riegan el día que llueve.
Durante los últimos nueve meses, este medio ha documentado los signos del deterioro en los que alguna vez fueron los pulmones de la ciudad. Pero no ha sido el gobierno quien acudió a salvarlos. Fue la lluvia, esa que llegó sin licitación, sin operadores ni agenda electoral, la que dio un poco de vida a estas tierras mineras.
Y aun así, como si hiciera falta recordarnos el sello de esta administración, el Gobierno de Parral nos regaló la postal perfecta: una pipa cumpliendo con su trabajo… cuando ya no hacía falta.




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